jueves, 12 de septiembre de 2013

Budapest, me enamoró sin mar



Budapest es una ciudad como cualquier otra, excepto que no lo es. Tiene caos, tiene gente en sus calles, tiene edificios enormes, tiene vendedores ambulantes, supermercados, estaciones de metro, puentes, túneles, tráfico, gente foránea, gente local.  Pero a diferencia de otras ciudades, en Budapest todo se siente distinto. Su caos es bello por ser un caos chiquito; los vendedores ambulantes son prácticos, te enseñan uno o dos productos pero si eres una persona indecisa simplemente te corren despidiéndose de ti y negándose a mostrarte más artículos. Las estaciones de metro son pequeñas, de hecho esta ciudad se jacta de tener la segunda línea de metro construida en todo el continente; y para mi orgullo, la estación final de esa misma línea se llama México. Los puentes tienen gracia, irradian belleza, y no sólo por el hecho de que todos ellos cruzan el grandioso río Danubio. De hecho, dice la leyenda urbana que cuando el escultor de los famosos leones del Puente de las Cadenas esculpió a estos felinos, se le olvidó ponerles lengua, y al darse cuenta de su tremendo error, no pudo soportarlo y cometió suicidio. Al tratarse de Budapest obviamente no fue un suicidio cualquiera, fue uno protagónico donde en plena ceremonia de inaguración se aventó del puente celebrado, entregando su vida al río; ¡maravilloso! Trátese de una leyenda o no, es una anécdota que describe perfecto la personalidad de los Magiaros.



Las personas de la ciudad tienen un aspecto deprimente; parece que aún con un sol estupendo en un verano caluroso como el que se vivió hace unas semanas, y en donde todo lo verde resaltaba por cada rincón de la ciudad, no es razón suficiente para quitarles la tristeza que a mi parecer los caracteriza. Citando al director de departamento de mi universidad,  “Nosotros los Húngaros somos prácticos; no sonreimos al menos que tengamos verdaderamente una razón o motivo para hacerlo”. Lo cómico de ésto es que se lo platicaba a un gringo el cual por supuesto, tenía una falsa sonrisa mientras lo escuchaba.

En sí, Budapest es una ciudad segura que además cuenta con transporte las 24 horas. Si uno sale a las 3 de la mañana de algún lugar, las calles están llenas, los autobuses, las bancas, las tiendas de servicio, los trenes, los restaurantes turcos. Por más cliché que suene, es una ciudad que no duerme. Originalmente había llegado con la idea de comprarme una bicicleta para facilitarme el transporte, pero la verdad es que es resulta ser una ciudad TAN caminable que se vuelve completamente inecesario y absolutamente disfrutable.



En cuanto a la arquitectura prefiero ser breve porque literalmente me deja sin palabras. Me gustaría identificar y decirles que el estilo de los edificios en la avenida Andrássy o en el distrito 5, 6 y 7 son de determinada época, que las ornamentas que los decoran son claramente modernistas, que los toques remiten a la artesanía popular con una mezcla de rasgos orientales. Pero la verdad, es que lo único que puedo decir es que caminar por las calles es MAJESTUOSO, es sublime, te deja atónito, te deja sin palabras. Cada puerta, ventanal, pared, balcón, columna, esquina, escalera, moldura, cornisa, y demás tiene gracia. Encuentras caras humanas, caras diabólicas, imágenes religiosas, encuentras flores, desnudos, murales, escenas bíblicas en pintura con baño de oro, encuentras edificios cuidados y encuentras edificios cutres, esos que te dicen que tienen más de 100 años, esos que te dicen que ahí vive puro anciano, pura gente que junto con el inmueble tienen mil historias que contar del barrio, de la época de la unión soviética, de cuando la ciudad de Buda se unió con Pest, de lo que les contaban a ellos mismos sus ancianos sobre el imperio austro-húngaro, de la matanza de judíos. Que ganas de poder escucharlos, pero sobre todo entenderlos.



 El idioma es complicado, pero lo esperaba peor. El alfabeto tiene 42 letras, y guturalmente hablando apenas comienzo a distinguir el sonido de una ö del de una ő. Ahora  si hablamos de pronunciarlo ¡ni aunque me quedara 5 años acá! Arreglárselas en el día a día es fácil, realmente no se necesita mucho para realizar las cosas básicas; pero ya entablar una conversación es tarea imposible, nunca paso del “Buen día, ¿sabe hablar inglés? ”.   Para mi sorpresa (y sin contar la comunidad de mi universidad) he encontrado en la calle a más gente que habla español que inglés, se me hace de lo más bizarro y fenomenal.


En cuanto a la escuela es una experiencia que se puede tener en pocos lados dado el perfil de la universidad en sí y a lo que buscan en sus estudiantes. Por ejemplo, en mi maestría (Maestría en Ciencias, Política y Manejo Ambiental) somos al rededor de 40 personas provenientes de 27 países diferentes. No conforme, no sólo la diversidad cultural permea al máximo sino también la académica y profesional. Mis compañeros vienen desde licenciaturas en biología, o en ciencias ambientales, hasta licenciaturas en relaciones internacionales, derecho e inclusíve literatura y artes o filosofía. El campus en sí no es tan grande, no pensemos en una Ciudad Universitaria como la de la UNAM, en  Harvard o en la de Manchester; las generaciones son así chiquitas como lo mía, pero el plantel es tal, que habemos en toda la Central European University gente de 96 países diferentes. ¡NOVENTA Y SEIS! creo que ahorita de corrido no podría nombrar ni cincuenta. Para fortuna nuestra, mi maestría es la consentida, a la que le organizan eventos y la llevan de viaje. Los demás no entienden porqué ellos tienen que hacer ensayos, tareas y trabajos mientras nosotros seguimos en la bienvenida, viajando al famoso lago Balaton, todo pagado. A mi no me molesta, finalmente somos los que estudiamos la naturaleza, los que buscamos la manera de estar fuera y no entre cuatro paredes, los que buscamos la manera de viajar, los que apreciamos ver un volcán inactivo y escuhar toda su historia, o los que no tenemos problema en caminar 18 km por 8 horas para poder disfrutar por 20 minutos una vista espectacular a lo alto de una colina. Si esto empieza así, me entusiasma demasiado y estoy ansiosa por todo lo que viene; y sin ánimos de fanfarronería o presunción me considero una persona verdaderamente afortunada, estoy lista para los siguientes dos años de mi vida.