martes, 13 de julio de 2010

El dia mas feliz de mi viaje...hasta ahora


Pues es el último día en la isla, para cuando lo lean ya no lo será; juro que no me quería ir. Es confuso esto de los tiempos porque voy en el barco escribiendo en la parte alta que es de descanso con un sol de atardecer a mi derecha, la isla frente a mí y un infinito mar de mi lado izquierdo; pero cuando publique esto será hasta que esté en continente en una ciudad como cualquier otra, ¿porque me consterna? hablaré en presente.

Hoy nos tuvimos que levantar más temprano de lo normal pues llegaba barco y había que descargar la mercancía y además llegaba Geiner (si han seguido mi historia ya sabrán quien es, si no, el administrador de la isla y por quien estoy aquí). Yo creo que la magia, energía y encanto de la isla se conjuntaron para darme una cálida despedida a mí y en el caso de Gein una bienvenida.

En Costa Rica y sobre todo en la isla suele llover SIEMPRE. Poco, mucho, por largo tiempo, corto, chipi chipi, todo el día, parando a ratos; pero diario llueve. Ese día amaneció SOBREdespejado, un sol radiante, una luz de amanecer que llegaba a la punta oeste del acantilado que forma a la bahía haciendo que la vegetación resaltara más (cosa que no creía posible). El mar había despertado tranquilo, tanto que casi era un espejo. La lancha llegó, descargamos el alimento, vi a Geiner (lo extrañaba), subimos a desayunar, bajamos a la junta, hubo junta de funcionarios, arreglé los últimos detalles de la maleta y luego: ¡el comienzo de uno de los mejores días de mi vida! (y vaya que es difícil ganar uno de esos puestos).

En el barco teníamos que estar abordados a la 1pm, pero de despedida, nos quisieron llevar a Roca Sucia; un punto de buceo que moría por conocer porque es un punto de limpieza de mis amados y esperados bichos. Tras esperar vestidos bastante tiempo (y de hecho estuvieron a punto de dejarnos alborotados) mientras iban a un barco a llenar los tanques, terminamos zarpando como a las 11:30 camino a aquella gran y única piedra (de hoy en adelante amaré más la geología).

Lo primero que vimos fue, de esperarse, un tiburón punta blanca jajaja (aún sigo sin hartarme de ellos) pero ya sumergiéndonos hasta los 80 pies, ¿que no vimos?. Quedé fascinada porque vi peces trompeta grandes, muy grandes; pero fueron NADA comparado con otros peces que llegué a ver, que ¡no miento! medían metro y medio o dos fácil; justo como en el pasado. Yo a pesar de ser cero ictióloga no podía dejar de verlos porque su tamaño era simplemente alucinante (que mal que hayamos llegado al punto de decir esto). Seguimos avanzando y me sucedió algo rarísimo (prometo que es verídico); así como en las películas que viene algo de suspenso y te ponen una música que ayuda a ponerte nervioso, pues así buceando escuché un sonido que no era de alguna especie o de algún humano bajo el agua, era música de suspenso que me decía “voltea” y bueno siguiendo mis instintos empecé a mirar a todo mi al rededor cuando me doy cuenta que del lado superior-izquierdo mío venía un tiburón martillo en nuestra dirección. Mi primer sentimiento fue intensísimo pues no podía creer que después de esperarlo tanto el estaba ahí, tan cerca de mí, la emoción que sentía era simplemente extrema, demasiada, incontenible; luego recordé que a ellos les da miedo si perciben tu ritmo cardiaco muy acelerado (es decir si estas muy emocionado o apanicado) y traté de concentrarme para calmar mi ímpetu y no alejarlo rápidamente, por lo que volteé a ver a los demás y hacía ruidos para que se dieran cuenta que ya habíamos encontrado al primer martillo. Pero lo vieron cuando ya se estaba llendo.

Seguimos el recorrido, pasó un segundo martillo, un tercero, un cuarto (no tan seguidos el uno del otro) y debido a la corriente o a que era un buen punto de observación, había veces que nos quedábamos pegados a la pared arrecifal sostenidos de la roca. En una de esas ocasiones me quedé con la mirada clavada en esa roca pues resulta que había corales pequeños en forma de tubo impregnados a ésta y adentro de ellos peces de 1 cm (literalmente) que se asomaban y ocultaban jajaja demasiado tiernos, me reía muchísimo de verlos. Pero mientras veía esas mirruñitas me dí cuenta que mis amigos me empezaron a llamar, volteé y ¡wow! lo que mas deseaba ver estaba ahí, a 10 metros de mí: una escuela de 20 tiburones martillo, no eran cientos cómo dicen que se ven en otros puntos de la isla o temporadas; pero definitivamente es de los espectáculos más magníficos que he visto (y lo defino así porque no me gusta encasillar y decir que es el número 1, pero al menos muy cercano seguro). Se veían tan únicos, tan imponentes, tan guapos, tan armoniosos, tan seguros (e inseguros a movimientos), tan unidos, tan despampanantes. Definitivamente merecen ser los dueños del océano, definitivamente la naturaleza me demostró en ese instante porqué ellos habitan el océano desde hace más de 100 millones de años, desde los dinosaurios, desde antes.

Dicen que lo bueno dura poco y no fue la excepción. A Josué, nuestro guía, se le acabaron las 3000 libras de aire del tanque a los 25 minutos. Rapidísimo. Yo salí con 1800 y los otros dos con un número similar. Pues mi familia siempre me dice que nunca me conformo, pero he de decirles que ha pesar de que me hubiera gustado terminarme mi tanque allí abajo, salí del mar muy conforme, plena, realizada, feliz, ¡al fin (literalmente el fin) los vi!.

Pero la maravilla del día no terminó allí. Tras haberme consentido el amanecer, la isla, roca sucia y los tiburones, la naturaleza no paró; se empeñó en dejarme tatuada en la memoria la belleza del planeta, estoy segura que logrará que mi memoria no falle como suele fallar. Estoy segura que ese día es de esos que se recuerdan para toda la vida.

Nos regresamos en el barco, salimos como a las 3pm y el maravilloso pacífico siguió como espejo (increíblemente no fue necesario el Dramamine ni estar acostada todo el viaje para evitar las náuseas). Me regresé en el mismo barco que llegué (dicen que es el peor) pero a mi parecer estuvo delicioso. En la parte de hasta arriba hay un área de descanso con tumbadoras y sillas a la cual subimos desde terminada la cena. Me acosté en una de las tumbonas mientras Justin y Moisés eligieron sillas a mi lado. Nos quedamos aproximadamente unas 2 horas en silencio viendo el cielo; “¡¿DOS HORAS CALLADOS SÓLO VIENDO EL CIELO?!”, pues he de decirles mis estimados, que estar en medio del pacífico, sin luna, con un cielo 100% despejado y sin civilización (y por lo tanto luz) a más de 250 km a la redonda es un espectáculo estelar IN-igualable-pagable-creíble-sólito. Decidimos en definitiva dormir ahí en lugar del camarote por lo que mis hombres cambiaron su lugar por tumbadoras y fue de las noches más especiales que he tenido.
Primero que nada, la compañía no pudo ser mejor (a ellos dos los aprecio mucho), luego el desvelo (pues no dormimos), nos contarnos historias, señalamos estrellas fugaces, buscamos satélites, desciframos objetos radiantes, con trayectoria irregulares y sin patrón, platicamos y platicamos, fue muy divertido. Ya muy avanzada la madrugada Moisés nos mostró la Luna, no había aparecido en toda la noche y surgió demasiado bella. Se veía el círculo lunar muy grande con tan sólo unos milímetros de luna en la parte inferior que casi tocaban al mar; estaba demasiado baja, como contándole secretos. Y a su alrededor, un cielo roji-vino indicando que el amanecer no tardaba en llegar. Llegó, coloreó el cielo, las estrellas se fueron y saboreamos la cereza del pastel: los delfines comenzaron a brincar a una corta distancia de barco. Fue demasiada belleza contenida. De la isla me voy feliz, maravillada, entregada, realizada, agradecida. No cabe en un pacífico todo lo radiante que me siento. Se termina el sector CR.

domingo, 11 de julio de 2010

Buceos en la isla...


















Pues ya fui a bucear dos veces; para mi desgracia, ningún tiburón martillo me quiere ver; y soy afortunada o no (según diversos puntos de vista) por no haber visto aún al tiburón tigre. La mayoría no se lo quiere encontrar, dicen que es una hembra de unos 7m, vi una foto, ¡ ella es tremendamente hermosa!.
Tiburones punta blanca sí seguí viendo y de más tamaños (juveniles pa abajo) incluso vi al tiburón más hermoso que he visto: ¡un recién nacido que medía menos de 50 cm! uff parecía de peluche; sólo me daban ganas de abrazarlo y mimarlo. El primer buceo fue en Manuelita profunda (el islote más grande cercano a la isla) y fue toda una aventura en el sentido de que íbamos Moises -el dive master- (que era la primera vez que iba a ese punto y no sabía como estaban las corrientes, ni desde donde empezar, ni que tan profundo era), Esteban -el panguero- (que era la primera vez que iba a panguear un buceo por lo que le explicaron que siguiera en el agua nuestras burbujas para que no nos perdiéramos), y Justin -el gringo-, Silvia -mi amiga- y yo que era la primera vez que buceábamos en Isla del Coco. Jajaja para todos nuestra primera vez pero afortunadamente todos salimos vivos jajaja; no ya hablando en serio, todos lo hicimos muy bien.

A pesar de haber estado muy lindo ese buceo no fue tan chingón como el segundo buceo que fue en Isla Pájara (el islote más cercano a Manuelita). Ahí bajamos 90 pies y a pesar de no haber visto lo que yo esperaba (insisto, las expectativas siempre son malas) vi otras cosas SOR-PREN-DEN-TES. Para empezar y por agasajada, comenzaré con lo que más me gustó, y fue estar hasta abajo y voltear a ver la superficie. Eso es algo que hago muy seguido, esté donde esté, pero este panorama tenía algo especial, lo especial de lo nuevo, lo especial de no haberlo visto nunca. El acantilado se iba adentrando en el mar y la pared la llevábamos al lado, pero la perspectiva de ésta desde el fondo era única porque los corales salían como si fueran costras; trozos saliendo, recovecos, formas, rugosidades, cosa bella. Por lo general ves lo que hay debajo, no algo debajo, a lado, arriba, por doquier.

Vimos también muchas morenas pero una en especial fue impresionante. En lugar de estar bajo algo, como normalmente lo están, estaba en la hendidura que formaban dos paredes semi unidas; era una morena taaaaaan grande y taaaaaan gorda, uff cual anaconda. En este punto senti mucha corriente, es terrible eso de la corriente. Al principio (de ida) nos llevaba de lo lindo, nos ayudaba a nadar, pero luego no se porqué a Moisés se le ocurrió nadar de regreso en lugar de salir allí en ese punto y uff que cosa más agotadora yo sólo sentía como chupaba y chupaba aire del esfuerzo. Cuando íbamos de salida yo llevaba como 600 libras en el tanque (la reserva es en 500) y dicen que haber tenido tan poco aire en el tanque fue lo que me empezó a subir como globo. Más esfuerzo, nadar hacia abajo para no salir disparada; bueno bueno, así va aprendiendo uno.

De regreso de esa inmersión, un poco tristes por no haber encontrado martillos, sucedió la recompensa más chingona (perdón abuelo por la palabrota ;-) ) que me pudieron dar. A Moiso se le ocurrió pedirle a Esteban que nos acercara un toquecito a la cascada que estaba al lado de la bahía Wafer (yo hacía tiempo que quería ir allí) pero nunca pensé que fuera tan fenomenal. Literalmente ES EL LUGAR MAS BELLO QUE HE VISITADO EN MIS 21 AÑOS.


El dingue no se pudo acercar mucho porque era una playa extremadamente rocosa entonces Justin, Moiso y yo nos aventamos y comenzamos a nadar hacia la entrada, hacia la mini bahía. Para contribuir al cansancio había más corrientes pero bueno, nada grave que unas brazadas más fuertes y mañas no puedan arreglar. Llegamos y comenzamos a caminar por el río que bajaba de la cascada; las piedras estaban muy resbalosas y el agua tremendamente helada.



Caminamos y caminamos hacia adentro, metiéndonos entre dos acantilados. Cuando casi topamos pared llegamos a una poza pequeña que se formaba por una cascada como de 4 metros que a su vez, caía de otra poza más grande (a la cual no pudimos acceder) que se formaba por una cascada de unos 100 metros. Esta cascada grande es verdaderamente alucinante; es lo que hace tan bonito a este lugar. El agua va cayendo desde lo alto del acantilado; y al ser una pared irregular con zurcos, montículos y digámoslo de una forma poco apropiada pero que da la idea general, rota, el agua al caer se iba ramificando rodeando a cada una de esas pequeñas hendiduras y hasta el final volvía a ser un mismo chorro de agua. Verdaderamente hipnotizante. Al rededor, todo era verde obviamente y no miento y perdón si insisto; pero te hechizaba.


Salimos de ahí y volvimos a la base para recoger a más gente y llevarlos también allá, pues no se podían perder de aquel lugar tan místico. Cuando llegué le conté a Silvia lo único del lugar; y ella no me creyó cuando vulgarmente (con fin de que me entendiera) le dije que eran 7 orgasmos visuales en uno. Regresamos al lugar pero esta vez éramos 10 personas y la cascada seguía igual de llamativa y seguía siendo el centro de atención de todos, pero no les entusiasmó tanto como a nosotros 3, no lo sintieron de la misma manera e incluso yo, no sentí ese toque en la panza al verla (que no significa que no la estaba disfrutando, que quede claro). Esa magia resultó ser sólo en aquel momento, lo cual de hecho me entusiasmó aún más pues fue un algo único e irrepetible; me encontraba en el lugar exacto, en el momento preciso, con las personas que debía estar. Un recuerdo de esos que son pa‘ siempre.

En la segunda visita le encontré un nuevo detalle; es como cuando vez una película por segunda vez y te fijas en cosas que no notaste la primera. En la cascada pequeña había un tronco recargado que llegaba hasta la siguiente poza y justo el agua le caía encima (eso sí lo había notado); pues bueno, nadé hacia él, lo abracé por delante como un koala, y ya agarrada me recorrí para estar yo detrás de éste, tomé aire y me sumergí. Ya adentro me agarré del tronco fuertemente con las piernas y bajé mi cuerpo hacia el fondo. Volteé para arriba y el espectáculo del agua de la cascada cayendo sobre la poza fue único; ni si quiera encuentro la manera apropiada para describirlo; creo que con eso les digo mucho.


No se porqué subió medio mal el video, pero he aquí la cascada:

http://www.youtube.com/watch?v=nas8967gTjM

jueves, 1 de julio de 2010

Isla del Coco



Pues bien me advirtieron antes de venir acá, que en la isla uno tiene que ser muy prudente porque al estar a 540 km del continete la cuestión no se trata de vivir sino de SOBREVIVIR; tiene su lógica en el sentido que si te pasa algo o hay cualquier emergecia y suponiendo que hay un barco que va a zarpar en ese instante vas a tardar 36 hrs en llegar a Costa Rica. Pero siendo objetivos, ¿realmente que te puede pasar?, en mi opinión aquí no se sobrevive, AQUÍ ES DONDE SE VIVE.

En este paraíso no tienes que quedarte en casa de noche como sucede en el norte de México donde hasta toque de queda hay, lo más que te puede pasar de noche es que un cochino no te deje pasar cuando caminas. No estas todo el tiempo preocupado porque te van a asaltar, en el caso de las mujeres a abusar de ti, pues aquí sólo hay una arma y se usa cuando se va a patrullar los alrededores de la isla en lancha . No me preocupo porque haya algún loco borracho impertinente como sucede en Sisal porque no hay ni drogas ni alcohol que dejen ingresar. No escucho diario noticias sobre como el narcotráfico toma el poder estado por estado porque a pesar que sí llega la tv satelital (si, yo también me sorprendí, ¡144 canales!) los malos de la película (y no por eso son menos graves) son los pescadores que entran a la zona marina de la isla en la cual se prohibe cualquier tipo de extracción. Vamos, ni siquiera hay preocupaciones en cuanto al dinero porque eso aquí no vale nada.
En la Isla del Coco las mayores preocupaciones son hacer cosas para mejorar las condiciones en las que los guardaparques y voluntarios vivimos aquí y sobretodo hacer alg
o por la conservación. ¿Lo leyeron bien? ¡aquí lo principal es la naturaleza! si sí, aquella cosa verde o azul (según sea el caso) de la que muy pocos se preocpan y de la cual dependemos tanto.
Hablando un poco de datos generales, solía ser un punto de barcos piratas, por lo que alberga muchas historias de tesoros que muchas naciones han tatado de encontrar y por supuesto, nadie lo ha logrado. Tiene un endemismo altísimo de flora y fauna, sobre todo del primero. Tiene dos tipos de bosques, tiene venados (aunque no pertenecen aquí) y en la parte marina, uff ¡dicen que es un sueño! para que se den una idea, es como si fuera una pequeña muestra o una foto de cómo era el mar hace 200 años. Así de biodiversidad y con ese número enorme de especies.

Aunque haya papeles asignados para el caso de los funcionarios, así como los voluntarios todos hacemos de todo. En mi caso me ha tocado desde limpiar un baño, pasando por construir un techo de una cabaña, hasta ser traductora de unos gringos que han estado varios días filmando aquí, así como snorkelear y monitorear tiburones punta blanca. Me fascina hacer de todo, me siento muy útil.
Somos aproximadamente 15 personas y como todos nos vemos la cara todo el día, todos somos muy tolerantes, pacíficos, pacientes, alegres, etc. Todo mundo tiene la mejor de las energías con todos por lo que más que una comunidad conviviendo es como una familia.

Trabajar aquí es el mejor trabajo que alguien pueda tener. Me da envidia y a la vez mucho gusto por ellos. Simplemente es un oasis. Mañana nos van a llevar a bucear, estoy EXTREMADAMENTE EMOCIONADA. Estoy teniendo muchas expectativas y eso nunca ha sido bueno pero no lo puedo evitar.