Ensenada
Salimos de Tijuana rumbo al sur; afortunadamente me tocó la ventana derecha así que todo el camino fui viendo mi maravillosa mar. A lo largo de todo el recorrido vimos muchísimas casas en venta, unas en lugares preciosos, otras viejas e incluso construcciones abandonadas o sin terminar. Todo eso me imagino que es por la misma razón que TJ está abandonada, los gringos ya no vienen entre la influenza, el narcotráfico y las alertas de Estados Unidos. Sonará muy utópico, pero ojalá todas esas casas costeras que están en venta sean recuperadas por mexicanos, aunque sean millonarios y lo que sea, pero que sean mexicanos.
El paisaje fue increíble, un mar precioso, unos acantilados impresionantes, subidas, bajadas y eso que era un día nublado; en verano debe ser alucinante.
Conocimos la zona turística y como cualquier otra, tiendas, restaurantes y cantinas. Lo característico fueron los puestos callejeros de tacos de pescado y camarón. Los encontrabas al lado del puesto de hot dogs o hamburguesas y eran verdaderamente deliciosos pero eso sí, verdaderamente grasosos.
El sol abrió para despedir la tarde y entonces decidimos apurarnos para ir a la Bufadora y aprovechar esos rayos que nos visitaron momentáneamente. La carretera otra vez fue de un paisaje espectacular pues íbamos de nuevo junto al mar. Este camino fue mucho más curvo y con subidas y bajadas; tan así que en un momento debido a lo empinado traíamos del lado derecho al mar, del lado izquierdo al mar y justo llegando a lo alto teníamos de frente al mar ¡uff! que minutos tan anonadadores, parecía que si acelerábamos un poco más nos aventaríamos al océano; pero no, la carretera comenzó a descender.
Llegamos a la zona Bufadora donde tienes que pasar por un pasillo largo empedrado de puestitos de artesanías, dulces y productos varios; algo así como un Tepoztlán. Seguimos y seguimos el camino hasta llegar al mirador y ¡wow! el mar estaba verdaderamente guapísimo, era un paisaje tan pero tan placentero a la vista. Probablemente en estos dos años y medio que he vivido en las playas yucatecas me acostumbré a lo plano y azul pa’ donde voltees. Probablemente el ver diferentes tonalidades, ver olas chocando, ver islotes, ver acantilados, ver otro tipo de vegetación, estar en otro tipo de clima y ver sobre todo lo que no había visto fue lo que me impresionó. Pero yo creo que probablemente no. Yo creo que ese lugar es bellísimo por sí solo, es bellísimo si estas acostumbrado a acantilados, es bellísimo si estas acostumbrado a una ciudad, es bellísimo si estas acostumbrado a la planicie o incluso es bellísimo aún si no te gusta el mar.
Desafortunadamente no pudimos ver lo característico del lugar, el mar bufando. La marea estaba tan baja que no alcanzaba a hacer esos ruidos estridentes, no alcanzaba a subir y mojar a todos, no alcanzó a demostrarnos el porqué de su nombre. Pero no importó, un motivo más para volver.
De regreso nos detuvimos en una zona muy alta a ver el atardecer, como siempre bellísimo, pero en esta ocasión más adornado. Estábamos en lo alto de una colina con un mar que nos rodeaba casi por todos lados y un sol gigante que ya se había escapado de las nubes que lo habían atrapado arriba. Evidentemente una luz preciosa y sobre todo un momento único. Hay atardeceres en las montañas, hay atardeceres en los límites visuales de una ciudad, en una pradera, pero absolutamente nada como cuando se encuentran dos elementos perfectos: el mar y el sol. Los mejores atardeceres son definitivamente esos.
Regresando a Ensenada nos arreglamos y salimos a cenar para festejar el cumpleaños mi tía Elba. Casi para llegar al restaurante, nos metimos donde creímos era el estacionamiento del lugar, pero no, resultó ser el estacionamiento de la UABC, y no conforme estaba junto a la Facultad de Ciencias. ¡Bonita y peculiar coincidencia! Me dio mucha emoción ver la universidad pues antes de estudiar en la UNAM yo en realidad quería irme ahí a estudiar Oceanología y de hecho mi propósito actual es pertenecer a esa casa de estudios desde este Agosto 2011. Ojalá en 6 meses ya ande allá, porque Ensenada no me desilusionó; sin razón alguna desde los 12 años quería conocerla, bueno en realidad todo Baja California y la verdad es que esa ciudad me enamoró, me atrapó y creo es tiempo de que viva allí.
El paisaje fue increíble, un mar precioso, unos acantilados impresionantes, subidas, bajadas y eso que era un día nublado; en verano debe ser alucinante.
Conocimos la zona turística y como cualquier otra, tiendas, restaurantes y cantinas. Lo característico fueron los puestos callejeros de tacos de pescado y camarón. Los encontrabas al lado del puesto de hot dogs o hamburguesas y eran verdaderamente deliciosos pero eso sí, verdaderamente grasosos.
El sol abrió para despedir la tarde y entonces decidimos apurarnos para ir a la Bufadora y aprovechar esos rayos que nos visitaron momentáneamente. La carretera otra vez fue de un paisaje espectacular pues íbamos de nuevo junto al mar. Este camino fue mucho más curvo y con subidas y bajadas; tan así que en un momento debido a lo empinado traíamos del lado derecho al mar, del lado izquierdo al mar y justo llegando a lo alto teníamos de frente al mar ¡uff! que minutos tan anonadadores, parecía que si acelerábamos un poco más nos aventaríamos al océano; pero no, la carretera comenzó a descender.
Llegamos a la zona Bufadora donde tienes que pasar por un pasillo largo empedrado de puestitos de artesanías, dulces y productos varios; algo así como un Tepoztlán. Seguimos y seguimos el camino hasta llegar al mirador y ¡wow! el mar estaba verdaderamente guapísimo, era un paisaje tan pero tan placentero a la vista. Probablemente en estos dos años y medio que he vivido en las playas yucatecas me acostumbré a lo plano y azul pa’ donde voltees. Probablemente el ver diferentes tonalidades, ver olas chocando, ver islotes, ver acantilados, ver otro tipo de vegetación, estar en otro tipo de clima y ver sobre todo lo que no había visto fue lo que me impresionó. Pero yo creo que probablemente no. Yo creo que ese lugar es bellísimo por sí solo, es bellísimo si estas acostumbrado a acantilados, es bellísimo si estas acostumbrado a una ciudad, es bellísimo si estas acostumbrado a la planicie o incluso es bellísimo aún si no te gusta el mar.
Desafortunadamente no pudimos ver lo característico del lugar, el mar bufando. La marea estaba tan baja que no alcanzaba a hacer esos ruidos estridentes, no alcanzaba a subir y mojar a todos, no alcanzó a demostrarnos el porqué de su nombre. Pero no importó, un motivo más para volver.
De regreso nos detuvimos en una zona muy alta a ver el atardecer, como siempre bellísimo, pero en esta ocasión más adornado. Estábamos en lo alto de una colina con un mar que nos rodeaba casi por todos lados y un sol gigante que ya se había escapado de las nubes que lo habían atrapado arriba. Evidentemente una luz preciosa y sobre todo un momento único. Hay atardeceres en las montañas, hay atardeceres en los límites visuales de una ciudad, en una pradera, pero absolutamente nada como cuando se encuentran dos elementos perfectos: el mar y el sol. Los mejores atardeceres son definitivamente esos.
Regresando a Ensenada nos arreglamos y salimos a cenar para festejar el cumpleaños mi tía Elba. Casi para llegar al restaurante, nos metimos donde creímos era el estacionamiento del lugar, pero no, resultó ser el estacionamiento de la UABC, y no conforme estaba junto a la Facultad de Ciencias. ¡Bonita y peculiar coincidencia! Me dio mucha emoción ver la universidad pues antes de estudiar en la UNAM yo en realidad quería irme ahí a estudiar Oceanología y de hecho mi propósito actual es pertenecer a esa casa de estudios desde este Agosto 2011. Ojalá en 6 meses ya ande allá, porque Ensenada no me desilusionó; sin razón alguna desde los 12 años quería conocerla, bueno en realidad todo Baja California y la verdad es que esa ciudad me enamoró, me atrapó y creo es tiempo de que viva allí.