lunes, 12 de marzo de 2012

Buceo en Cenote

Recuerdo que la primera vez que snorkeleé en un cenote iba con mi papá; y a pesar de no ser tan pequeña, me daba pánico ir hacia la parte donde la luz del sol ya no alcanzaba a pegar, o nadar por encima de grietas que se veía como se hacían más profundas. Influenciada tal vez por historias que no recuerdo pero se quedan en el inconciente o películas gringas donde todo lo que tenga que ver con mar, cuevas o ríos acaba en gente ahogada, prefería siempre evadir esas zonas e irme a lo cerquita de la orilla y con luz.

Luego empecé a vivir en la Península de Yucatán, ¡grandiosa tierra de cenotes!. Las snorkeleadas fueron diferentes pues a pesar de que ya estaba más maleadita para el agua, el hecho de conocer una amplia gama de los mismos y casi siempre TAN tan majestuosos, ocasionó que la curiosidad por explorar le ganara al miedo. Cada que voy procuro aventarme de lo más alto que encuentro (si el cenote lo permite) o bajo a pulmón lo más profundo que mi cuerpo resiste; y eso, me gusta no sólo por el hecho de haber roto la barrera ‘miedo’ en este ambiente sino por las diferentes perspectivas con las que se ve todo el paisaje y las diferentes sensaciones que te transmite saltar de la grieta alcanzable más alta o la satisfacción personal que causa sacar una piedra del fondo (aunque tal vez no llegue al fondo más profundo).



Pero hoy fue diferente. Llevaba tiempo deseando bucear en un cenote y me frustraba pensar que gente de todo el mundo venía exclusivamente a esto y yo, vivendo aquí, no lo había hecho. Hoy amanecí creyendo que haría una cosa y jamás se me ocurrió que terminaría cumpliendo este deseo tan grande.

Llegamos a Noh-Mozón 3 amigos y yo, de los cuales, todos habíamos snorkeleado y hecho apnea pero nunca buceo en un cenote. Por su parte, ellos no conocían esta maravilla de lugar, y por la mía a pesar de ser la 3a vez que iba, entre mi facilidad por maravillarme y mi mala memoria, me emocionó ver ese mágico lugar como si hubiera sido la primera vez. El lugar es bellísimo pues es un cenote a cielo abierto aunque profundo de acceder; tiene vegetación a la cual se le incrementa su belleza cuando es vista desde abajo rodeando el círculo de cielo que el mismo hueco forma y las raíces de los árboles bajan tanto que algunas hasta tocan el agua. Las paredes son grietas, estalactitas y uno que otro panal que lo adorna, el agua es de un azul muy transparente y a la vez muy turquesa, y la visibilidad (lo cual agradece un buzo) es INIGUALABLE, va más allá de 20 metros.

El acceso al fondo lo hicimos por el centro del cenote, donde el suelo está a 10 metros y luego, como si estuviéramos en la punta de una cúpula, va descendiendo hacia los lados. Decidimos llevar una cuerda para atarla al fondo e irla estirando conforme descendiéramos y avanzáramos; esto se utiliza cuando se entran en cavernas para saber por donde regresar. Pero en nuestro caso además de que no había cavernas accesibles porque los pocos túneles que vimos estaban más profundos y por tanto necesitábamos más tanques y linternas, logramos enredar la cuerda de tal modo que tras tratar de desanudarla entre 4 por un tiempo prolongado, decidimos bucear sin ella; no queríamos que todo el aire se nos fuera en resolver ese problema.

Decidimos en conjunto que la profundidad máxima fuera 80 pies por lo que en vez de seguir descendiendo, comenzamos a explorar por toda la orilla, cerca de la pared del cenote que a veces se hacía mas profunda en lo lateral. El paisaje fue brutalmente maravilloso, pues si volteábamos al lado izquierdo se veía el centro de luz por donde descendimos, pero si nadábamos hacia el lado derecho de primera vista era pura obscuridad, pero conforme te acercaras, tu vista se iba adaptando e iban surgiendo más detalles en el paisaje.


Pasamos por una parte de muchas rocas, montañas de piedras; luego una mezcla entre rocas y fango, pero nada, NADA comparado como cuando llegamos a la parte final. Saliendo de una zona muy obscura tuvimos que rodear unas piedras enormes y pasamos por un pasillo entre éstas y la pared del cenote, y cual oasis en desierto saliendo todo era muy brilloso. Todo eran dunas de arena en diferentes planos que brillában por la luz del sol que llegaba desde lo alto, estaban limpiecitas sin fango, sin piedras (más que la del final que fué por donde bajamos) y al verlas yo a media altura sentía que flotaba sobre un desierto. Me sentí como cuando vuelas en los sueños.


La conjunción del fantástico paisaje, el agua tan prístina que te permite una visibilidad insuperable y la escasa turbidez asociado a lo anterior, las débiles corrientes, evidentemente un nulo oleaje, hace que verdaderamente bucear en un cenote sea una experiencia totalmente diferente a bucear en el mar por más Caribe que a éste le pongamos.

Ojalá lo puedan hacer porque es maravilloso, por mi parte mi próximo objetivo es bucear en un cenote con cavernas.